30 de abril de 2020

Guapo


La mayoría de las veces me siento cómoda con la cuarentena hasta el punto de agradecerle a la vida porque nos encontró así, por darme la oportunidad de potenciar mi verdadera yo y crecer, pintar, escribir, planificar y encontrar mi paz.
Otras veces siento que estoy en un viaje en micro de larga distancia, de esos que duran mas de 20 hs y que no llega más: me despierto y resulta que recién salimos de la primera rotonda; si me estoy meando acomodo mis cosas así aprovecho a bajar en alguna parada de algún pueblo donde desciendo, estiro un poco las piernas pensando en no olvidarme de nada, hago terrible fila para mear rápido en un baño feo de terminal donde todo me da asco, me lavo las manos como puedo, pienso si luego tendré hambre, paso por el kiosco y no compro nada porque hay mucha gente, subo, reviso que no te falte nada, recuerdo que no compré ni un chicle, pienso si no olvidé algo abajo. 

Bueno, así es cuando me toca salir de casa.
Puf, qué estrés ya me dio contarles esto. Mejor duermo, pero un ratito nomas porque el chico del asiento de al lado está muy guapo.

21 de abril de 2020

Crónica de mi segunda cuarentena.

Antes de escribir me voy a sacar la culpa que me suele dar vueltas, esa que se convierte en una vocecita que dice: “no romantices la cuarentena por hay gente que la pasa mal con todo esto”, porque la verdad es que ante cualquier situación en la vida que ocurra la percibe de distinta manera cada persona en particular y cambiar el mundo rumbeando ese camino no nos llevará a ningún lugar. Haya evento o no haya evento, siempre habrá cosas que no podremos controlar. Además como decía Neruda en un poema que les citaré:”la vida es sólo lo que se hace, no quiero nada con la muerte.”

Era el primer día del año 2006, tan blanco y limpio como lo suele ser pasada la media mañana y, como de costumbre, elegí viajar atrás así podría estirar las piernas y comenzar a leer un libro de Virginia Woolf.
Si llegué a leer algo de la novela, no lo recuerdo, ya que después de unas horas,  de viaje y almuerzo ya me iba relajando y dispersando. La verdad es que no tenía muchas ganas de hacer ese viaje; mi cuerpo estaba pidiéndome que me quede en casa a pintar o dibujar. Ya estábamos muy metidas en unas cinco o seis hora de viaje cuando, de pronto, despegué mis ojos del libro porque escuché la voz de grito de mi hermano y miré hacia a adelante; tan ínfimo fue ese instante entre suceso y suceso que no pude ni apenas alzar la voz para alertar.

“A medida que aceleramos mis recuerdos me estremecen
Y en un soplo veo proyectado como un film toda mi vida
Ya no sé si el cielo está arriba, abajo o dentro de mi
Y aunque el paisaje sea tan extraño creo haber estado aquí.
….
Y ahora todo es una luz tan clara que a mi lado ya no hay nada
Solo alegría, paz y armonía y esa luz que es tan tibia
Y bien comprendo eso no era un sueño en ese auto estaba yo
Y ese auto estaba todo roto y con fuego en su interior.”

Decía una canción de Sueter y yo lo sentí así.

La novela  que estaba intentando leer se llamaba “Fin de Viaje”, y con ese tan premonitorio título aún conservo el libro entre mis cosas.  Sin saberlo, ese  momento marcó el comienzo de la primera cuarentena de mi vida. Evidentemente, ahora no es la primera vez que me bajo un ratito de este mundo.

Fue difícil transitar aquellos primeros meses del 2006: yo recuperándome; aprendiendo literalmente a caminar, encogiéndome junto a mis venas cada vez que las buscaban para pinchar, sintiendo el raro olor que emana la mezcla de tardecita y el miedo, extrañando la voz y los abrazos de mi madre, recibiendo visitas que no invité. Pero también, con el pasar de los días la cara de la luna fue mostrándose mejor y empecé a ver y sentir la  vida de otra manera, me volvi un poco más sensible, más poderosa porque empecé a darle vida a mi palabra: empecé a escribir. Escuché la mejor música de la que había conocido: descubrí la trova, leí las mejores lecturas; los autores justos. Tuve los mejores intercambios con amigos y amigas. Hice un blog y escribí mis memorias. Me atreví a negociar por un ratito mi libertad con un enfermero quien me enseñó a pincharme para poder pasarme el antibiótico por las venas así poder escaparme con mis hermanos a la Feria del del Libro. Nunca les dije a mis hermanos pero aquella tarde, tomando mate en los bosques de Palermo, fue  una de las más lindas de mi vida. Estando internada en casa, me saqué el pijama,  cambié de actitud y me curé preparando un final de Electrotecnia y así, el virus intrahospitalario que afectó por varios meses la operación en mi columna se fue yendo solito y sin más medicamentos  que ese renacer; así es como volví a creer en la vida.

Hoy la cuarentena me toca de cerca otra vez pero diferente,  más madura quizás, con algunos miedos, pero con un alivio en común. Siento lo mismo que aquella vez, siento que se me dió un permiso externo para hacer lo que siento y no lo que debo, que se me da un permiso para sentir. Quizás la cuarentena volvió otra vez para que entienda, de una vez por todas, que a este mundo vinimos a ser felices con las que disfrutamos y sabemos.
De aquel tiempo de primeras cuarentenas a esta parte, trabajé mucho, hice amigos, hice amores, nacieron sobrinos, aprendí a conducir en La Patagonia, me mudé muchas veces, crucé cinco veces el océano, me volví un poco loca y hasta hice mi primer asado en días de cuarentena.

Y yo aquí con mi alma desnuda buscando pintar, escribir y crear; las tres cosas que me mantuvieron viva hoy y siempre.

Ceci.

19 de diciembre de 2016

Rosario

Si alguna vez se me hubiese dado la posibilidad de imaginar su ausencia, jamás se me hubiese ocurrido que un primer sol de diciembre no fuera capaz de detener esa fuerza que estaba haciendo desvanecer la marcha imparable de los carruajes de su corazón y haya transformado el dolor de su cuerpo en la calma de sus párpados, en la puñalada del silencio cuando me acerqué a su rostro y se esfumó su respiración en un canto de ave, en la luz del alba.
Cada día que pasó fue aprender a vivir de nuevo. Fue convertir el presente con fundamentos que dejó su alma, con enseñanzas en carne viva, de los tropiezos, de los por qué, de las cosas bellas o las que no pude preguntarle.
Cada diciembre lo empecé recordando aquel comienzo de la ausencia, aquel no saber sostener la mirada, aquella imposibilidad de tragar saliva, aquel golpe seco a nuestras vidas.
Ya son once, once años que convivo con lo que aprendí de su presencia, once años en los que me reinventé para poder vivir y convivir; convivir con la idea de que mi madre fue esa mujer llamada Rosario y también el ángel que protege mi alma.
Ceci
30/nov/2015

12 de agosto de 2015

Algo que encontré II


Recorrí muchas ciudades en las que no te encontré. Atravesé momentos difíciles, insulsos hasta, incluso, algunos bellos e inolvidables y no te encontré.
Anduve en bicicleta, en auto, en bus, en metro, en barco y hasta en camión de cargas peligrosas y no; no te encontré. Estuve en lugares convencionales y no tan convencionales sumergidos en instantes realistas y surrealistas, como extraídos de un sueño. Pero no, no te encontré.
Escuché muchas melodías, historias raras e increíbles, pinté cuadros, crucé rostros donde parecía verse tu mirada y hasta le puse música a algunos versos que luego borré. Y no, no te encontré.
Arañé tu mano en momentos difíciles, casi cierro el libro de mi vida pero mirá: vinimos a la vida para pelear por nuestros sueños y, entonces, me quedé. Así y todo; no te encontré.
Cargué el teléfono, te llamé y nadie contestó. Pues no te encontré.
Y mirá qué extrañas son las cosas, hoy exactamente llevo trescientos días en este lugar. Luego de una tormenta de no sé si polvo o arena de fractura, luego de que te escondieras junto a la luna detrás de la barda, luego de besarme como hace años no lo hacían, luego de abrir la puerta del baño, empapado, con tu espalda perfecta, tus párpados rosados y tu leve sonrisa: ahí te encontré.


texto reversionado : 11/8/2015

24 de junio de 2014

Por qué la celeste.

Hoy es un día muy especial: juega Uruguay.
Aunque yo nací de este lado del río, hincho por la celeste por una enrome razón; mi mamá nació en Montevideo. No solo es así tan simple y lineal como decir nació en tal lado y punto, sino que de chica tuve la fortuna de despertarme todas las mañanas con la música de María Elena Walsh, pero los domingos eran de Zitarrosa. Así, una lista enorme de cosas qu...e hicieron que yo sienta que había un lugar que, sin conocerlo, ya lo había vivido. Ojalá pueda contarles qué importante es para mí que mi mamá María del Rosario me haya enseñado a amar a su pueblo, tanto como ella amó la Argentina y la hizo su lugar y el lugar donde eligió que nacieran sus hijos. No me seduce mucho ese tema de las fronteras, o banderas, hasta quizás ni el fútbol tampoco, mas que vivirlo como el folklore.

Lo más cruel de la ausencia no es esforzarte por recordar un abrazo, ni por recordar su sonrisa; lo más cruel es no recordar su voz. Y sé que, aunque trate de imaginarlo todo, y comprenda que quizá ella esté en un pequeño lugar de ese, justamente, celeste cielo, lo que me ocurrió en el 2010 y también me ocurrió el jueves pasado con esta Selección Uruguaya con tanta hambre de gloria es que me devolvió la esperanza de escuchar la voz de mi madre en un grito de gol.

 Vamo ´arriba!

Ceci

3 de junio de 2012

De viajes y etiquetas.

Leí hace poco que para sacarnos las etiquetas que nuestros padres y otros alrededores nos han puesto desde pequeños, habría (hablar en potencial es todo) que hacer un listado de todas esas inquietantes cualidades que nos han puesto, recortarlas una a una, y pegárnoslas en en nuestro cuerpo (yo me imagino más bien en la cara yen las manos) y luego salir a la calle y hacer una caminata durante, al menos, media hora. Con Julieta hicimos un ciber ping-pong y salieron algunas ideas: ella dice, abogada, yo digo colgada, ella dice buena, yo digo artista... y así hicimos una lista larga, comenzando seriamente y luego, como de costumbre, llegamos al límite de la ridiculez. Estuve de viaje. Amé viajar. Lo mágico son los lugares, y el entorno. Estuve cuatro días sola sola (toute seule dirían los franceses- el potencial es todo-) en un país que no hablaban mi idioma y fue una experiencia máxima. Aunque el tano se entiende y el castellano cantado como tarantella se hace entender, para mí fueron días en los que varias veces al día percibí que el viaje que soñé me presentó al mundo, ese mundo que se encontró a solas conmigo. Nápoles fue un encuentro de emociones. Yo venía del norte, boló: allí donde se encuentra la vidriera de todo lo que los tercermundistas sobre-pagamos para parecernos un poquito. Bajé del tren en Napoli y la estación de tren me recordó a Plaza Constitución. Yo tengo millas en tren Roca, no me voy a poner exquisita, no no. Napoli, todo Napoli me recordó a Buenos Aires. La gente, las calles,el desorden, lo pintorezco. Me perdí entre la lluvia; no fueron perlas fueron cortinas de agua caidas del cielo napolitano en el Barrio Español. Pasé el día siguiente en Capri y regresé al continente. Yo decia que no era necesario un mapa porque lo mejor de estar en una ciudad desconocida y soñada era perderse. Pero luego entendí que los planos y mapas sirven para bucear. Me compré una guía de Napoli. Nunca la miré. Así todo, volvi de Capri, y al día siguiente por la mañana, bajo diluvio tomé un taxi y fui con mi ejemplar de La Matáfora... al estadio San Pablo, allí donde tembló cada napolitano con los goles de Maradona. Tomé la foto soñada. A las tres de la tarde fui directo al aeropuerto para volver al norte. En la espera miré algunas anotaciones de la Guía del viajero; en un futuro lo atribuiría (el potencial es todo) a los pocos días que había estado allí: Me había olvidado del Vesubio. Yo no sería colgada; sólo registraría lo esencial. Creo. (hablar en potencial es todo)   Ceci foto tomada sin registro del famoso volcán.

12 de marzo de 2012

Día 2. Metáfora II

Encuentro la verdad poniendo la mirada en versiones de la niñez: lo compruebo gomita de azúcar a gomita de azúcar que pasa.



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14 de diciembre de 2011

Gracias

Gracias a mis caricias, a mis delirios, a mi impaciencia, a mis torpezas, a lo simple, a lo complejo, a las meriendas, a lo pequeño y a lo gigante, a mi sonrisa, a mis colores, a mis pies con tus pies, a mis vuelos y aterrizajes, a mis ropas y a mi desnudez, a lo gracioso y a lo triste, a mis platos favoritos, a mis cuentos, a mis lugares, a mi música (ojalá un día al escucharla me recuerdes), a mis intensiones (las breves y ocultas, las dichas y no dichas), a los lagos, mares y ríos que nos quedaron por conocer, a nuestros bares, a la autopista, a mi casa cerca de tu casa, a mis pinturas: mis óleos de imitación, a mis uñas cortitas, a la bella locura, a lo que guardo y a lo que pierdo, a mis besos (sobretodo a mis besos), a mi despiste, a mi despertador, a la rúcula conmigo, a mis fotos, a nuestros días, a nuestras noches, a mí y a mi alrededor, al ejercicio de la memoria, a la revolución y al amor.
Sobretodo al amor, que me mantiene de pie. Gracias.

13 de noviembre de 2011

Tus nombres.

Siempre me gustaron tus nombres; porque fueron consistentes y de rotunda verdad.
Recuerdo el aire que respiré, un vaho primaveral después de la lluvia que hipnotizó mis sentidos. Siempre recuerdo tus manos y tus labios.
Desde que te conocí, recordé que el mundo gira y las perspectivas que voy dejando, voy haciéndome nómade en cada esquina de este cántaro que algunos llamamos vida.
Aprendí a encontrarte en canciones; o me enseñaste a que podrás ser eterno.
Siempre me gustaron tus nombres porque cada nombre ha sido una parte mi alma y lo sigue siendo.
Te llamaste como un poeta, como un soñador, como alguien que dejó vestigios de amor en cada una de las esquinas en las que nos conocimos.

12 de noviembre de 2011

¿Qué estás haciendo?

Me estoy reinventando.

Si fuese cirujana, me olvidaría el bisturí adentro.
Si fuese playera de estación de servicio me olvidaría de ponerle la tapa al tanque.
Si fuese contadora, me haría una ensalada con el debe y el haber.
Si fuese quiosquera les metería caramelos de más.
Si fuese policía, no encontraría el arma; andá a saber donde me lo habría olvidado.
Si fuese ladrón, hubiese confesado antes de hacerlo.
Si fuese poeta, me olvidaría el alma en cada uno de mis versos.

¿Qué estás haciendo? Estoy dejando algo atrás: me estoy reinventando.


ceci

12 de octubre de 2011

Calle de la Alegría.

Tenía pies pequeños, pero los más variados colores de zapatillas. Zuela lisa y cordones altos. Morrales con prendedores que me recuerdan sabores y colores de antaño. A los doce, mamá la encontró recortando el librito de Mafalda; revistas, retacitos y pedacitos de revistas recortadas saludaban al entrar a su cuarto: ella quería un collage en su escritorio. Decoró los cajones y hasta abajo, bien abajito donde no se ven ni los pies. La caída de las cosas las sostiene el piso, o el tiempo.

La caída de los sueños, sólo sus ganas de seguir.

Persiguiendo sus sueños, seguía decorando, empapelando de grafittis y alegría cada rincón que podía.

Un día la encontré tarareando canciones de Silvio y me acerqué. Ella rió.

Vino a visitarme mil y una vez; trajo vino y Virginia de diez. No hubo piso ni tiempo. Sólo las ganas.

Ayer fui a verla. Casi me pierdo; pero una calle iluminada, una esquina de cintas flúo al viento, unas clavas que rodeaban más allá de mi imaginación me guiaron y se burlaron del tiempo. Y de la gravedad. En la calle de la alegría estaba su casa. No había ni piso, ni tiempo. Sólo sus sueños.

Ceci

25 de junio de 2011

Un postre de frutillas...

Es muy raro esto de que la tristeza resulte un motor inspirador para escribir sobre fútbol. Yo me hago la futbolera, pero no lo he sido ni lo soy. Pero como buena habitante de un pueblo futbolero; como hermana escuchadora pasiva de AM los domingos por la tarde (aclarando que pasiva se debe a la llegada de las ondas sonoras venidas de una fuente no encendida por mí, sino por mi hermano mayor que se volvía loco por river en nuestra adolescencia).

Pero bueno, hoy voy a hablar de fútbol. Qué raro el día de hoy pensar en el futbol, en las costumbres, en el folkore, en el entretenimiento, en los hinchas, en los jugadores, en las instituciones, en las crisis, en las pasiones, o en las miserias, en la nostalgia, o en la pelota, en el arco o en el offside. Ah, ahora que dije offside y volviendo al tema de que me hago la futbolera, recuerdo que hace un tiempo, en una reunión de trabajo con un proveedor, le tuve que explicar en una pizarra (con cancha y tipitos) todo acerca lo que sabía del offside para que me creyeran que soy una chica especial (seguimos el lema homerístico: “trabajamos y nos divertimos”). Bueno, espero que no se les ocurra abandonar las lecturas de mi blog porque les conté esto.

Hoy se me ha descajetado el corazón. Hoy no me preocupó ni el calentamiento global, ni la violencia de género, ni el capitalismo, ni ninguna de mis frecuentes ocupaciones de mi pensamiento. Hoy me preocupó el fútbol. Más precisamente River Plate. Sí señores, sí señoras.

Acá estamos; con un ojo entreabierto mientras dormimos; haciéndole de guardián a la suerte, no sea cosa que salga en su casita movediza, y no la hayamos visto y así fracasar nuestra idea y ansias de interceptarla. Qué raras son las cosas: yo sigo haciendo listas. Podría hacerte las listas de las cosas más increíbles que viví y ahora estoy anotando esta última; la que me ha descuajeringado el corazón.

Porque los recuerdos, ¿vio?

El fútbol y lo que despierta el fútbol, lo que grita, lo que relata, lo que corre, lo que vaticina, lo que llora, grita y maldice, lo que canta, alienta y llora de emoción, aplaude, ataja, golea, pide la hora, manosea, empuja, pita, y manda al corner un campeón, un dios, un crack, barrilete cósmico, un nueve, un líbero, un diez o un muerto, un pecho frío, un amargo, un botón, un de la B; un hincha, un boludo, un barra, uno de mi mismo equipo, uno del equipo contrario.

Hoy no tiembla la tribuna, tiemblan las piernas. Muero en el recuerdo del river campeón sin parar de hace quince años. Recuerdo a Victor Hugo, a Atilio Costa Febre. Recuerdo un día de la madre, en el año en que yo cumplí mis diecisiete, el debut de Saviola; el gol de Saviola soltado por los parlantes de un equipo de audio viejo; creo que lo tengo tan presente porque el pibito tenía casi mi edad.

Y bueno, ¿qué importan mis sentimientos por River no? Lo insólito es que esto es tan histórico como triste y sin sentido, porque pensá una cosa: no tiene sentido. Porque excedió el límite de la gracia pasional futbolera. Me explico, separemos los tantos: una cosa es la verdad objetiva del juego; se gana o se pierde y ya. Pero por otro lado el análisis de la verdad subjetiva, la pasional; la que alimenta el hambre del fútbol y lo define por más allá de las fronteras de la primera acepción de la palabra. No tiene gracia, porque gran parte ganancia de alegrías riverplatenses se la lleva el chiste de encender la pasión de los superclásicos, los campeonatos (que no me alcanzan ni con los dedos de los pies) ¿Y ahora? ¿vamos a entender al futbol de otra manera?

No te vayas a la B. Hacé pantalla mental y pensá en algo lindo, dormite, dormite bien, pensando en goles. Y soñando ser campeón.

Ceci

Junio 25/06/2011.

El paraguas,.

Que la vida tiene sorpresas, puf, lo sabemos. ¿qué te puedo contar?

Que esta semana hizo frío y llovió a cántaros en dos costosas cuotas. Que con las veces que saqué el paraguas en estos días ya habré amortizado este y los quice paraguas que habré perdido desde que tengo uso de razón. En la frase “todo vuelve”; no che, a mi no me volvió ninguno.

El frío, de regreso a casa, me acompañó a lo largo y ancho de mi cuerpo. Pero una hermosa ducha, (agradezco tanto tanto tener una ducha con presión y caliente), me esperaba. Me fui a dormir, luego de bañarme y pensé en el paraguas.

Siempre lo usé y lo dejé en casa en un rincón. Nunca le pregunté si tenía frío (claro que sí). Si siempre lo expuse a la sombra de la bienvenida lluvia fría, punzante, hiriente, copiosa e insistente; al viento descarado. Y siempre resguardó el lugar elegido por mí; debajo de mi corona. No es justo que no le haya agradecido, no le haya servido un té; una toalla o una bolsita de agua caliente al llegar a casa. Encima, lo dejo en un rincón. Qué ingratitud.

En que hoy me desperté, el frío continuaba pero ya no llovía. Revolví los párpados de mis ojos con mis puños y las yemas de mis dedos, bien bien; porque, al entrar al baño, me encontré la bañera llena de agua saliéndole vapor, del agua tan calientita y mi paraguas contento; casi abierto, silbando una canción y dándose un buen descanso en un rico baño de inmersión.

ceci.

16 de junio de 2011

Buena.

Ahí está.

Sentado, en penitencia, desabrido, evasor, secándose a la sombra y un poco despeinado.

Trato de no mirarlo, de dejar que pasen las horas para que se seque, para que tome gusto raro, que tome inconciencia o la poca luz que lo alumbra, que se preste a las pequeñas moscas, al olor rancio del agua estancada o la sequía del no va más, al olor a descuento, a mortandad.

Trato de seguir la pureza, al intento de lo impecable de las demás cosas; salvo allí en ese rincón: donde sigue sentado hora tras hora cayéndose las hojas, desprendiendo sus células, gritándole al sol con el grito intolerable de la antena rota en la terraza, despidiéndose larga y lentamente tendido de un no se qué, de un no sé cuando.

Se quedará allí hasta que la indiferencia, muerta de risa, decida dar un paso hacia otros lugares, hacia otros cielos, u otros desolados amores, hacia otras células que gritan por desprender. Se quedará allí; ni el plumero pasaré, ni un poco de poett, ni la mirada del lamento.

Por cada disparo de nieve contaré hasta diez, por cada segundo de mi retórica pimponeando sobre sus paredes, por cada escupitajo caído sobre mis alas, por cada buena mujer.

No digas que soy una buena mujer, porque no lo soy. Buena es recaer en lo binario de los adjetivos, es perder el fuego de la verdad. Buenas son las heladeras o las primeras marcas; yo soy intensidad. Dí que soy intensa, impulsiva, torpe, loca, arrebatada o incorrecta.

Buena no digas, no lo soy. Ni dentro de tantos años, ni tampoco ahora; mientras sigue sentado, en penitencia, desabrido, evasor, secándose a la sombra su hermoso e insolente nombre.

ceci

3 de junio de 2011

Vuelve.

De pronto llegó un día en que sus gestos no volvían de su expresión; le quedaba el rostro marcado con surcos de sorpresa, admiración, preocupación, miedos, de tanta verdad. Se le hizo como un laberinto de expresiones. Se le hicieron líneas interminables, ramificaciones cual Amazonas. Me hago una tormenta de ideas mental con un listado de sentimientos y se me hace infinito. Imagínalos, reflejados en un ramillete de surcos plasmados en su rostro. Algo así, tan pequeño como un rostro, abarcaba tanto como un saco de sentimientos; como lo que somos; nuestro cuerpo.

No es más que eso. Y así, los surcos se comunican con la espalda; quien lanza puños que comprimen y comprimen. Pero no voy a explayar tanto sobre el asunto porque yo ya te había contado sobre hay unos muñequitos que le hacen unos nuditos a los cordones de la espalda, quienes hacen muy bien su trabajo de alertadores, como quien baja la barrera cuando viene el tren, como quien trabaja para el servicio meteorológico; y ni te voy a contar que cuando llega la esperada calma, los muñequitos se acuerdan; sí, se acuerdan y vienen dichosos a desatar lo atado mientras duermo (por fortuna no me los cruzo, como para no quemar tal augurio).

Vuelve piel, corazón y vuelo de niño. Vuelve, vuelve vida encima, vértigo de lo lejano, mirada al cielo, asombro de contemplación de la noche, de las estrellas, de los aviones; allí chiquitos, lejanos; vuelve grito de alegría (gritar es lindo, es juego, es augurio, es fantasía).

Vuelve niño perdido, aun no es de noche, pero ya estamos por merendar, con las tostadas a punto, la manteca enrollándose sobre el acero inoxidable, vuelve que hay té con leche; dulce y risas sin dolor.


Ceci
Calientito, recién salido del horno

14 de mayo de 2011

Que llueve en una tarde.

Que llueve en una tarde de mayo y cesa tipo cinco.
Y la claridad y los pájaros, la parra y la vereda, el cigarro, la música, la presencia mía en mi vida misma también lo puede.
El viaje, el regreso, las canciones, los días y lugares.
Han pasado más de veinte años, sin embargo allí estás y volví a recordarte.
Cuéntame, ¿Qué has hecho todo este tiempo?
Tal vez recobrando lo recobrado, como un soneto, viva como una verdad.
Volví a recordarte. Estos años he estado un poco muerta(ya no me culpes), con una muerte leve, en suaves cuotas diría yo.
Volví a recordarte, como un deja vu que decidió permanecer desde ahora mismo, cuando empiezo a despertar.
Y vos, ¿dónde estabas? Tan lejos fui a buscarte.
Y también viniste.
Mujer no ceses, no llores.
Volví a recordarte, pura y soñadora.
Ahora estás porque te recuerdo, ¿confiarías nuevamente en mí?
No me olvides, no nos soltemos la mano otra vez, ahora no.
Veinti tantos años, tal vez, fue mucho.
Que llueve en una tarde de mayo y cesa tipo cinco.
Ahora estás, de cerquita te recuerdo.
Porque estás.


ceci

9 de abril de 2011

Vuelos (Voos)

Que alcanzo un vuelo. Que cruzo el océano y los mares. Que voy y nadie me sigue. Que siento aromas, recuerdos y colores; esto alguna vez lo viví. Se hunden nuestros corazones en Venecia, que me espera. Esto lo viví; esto lo soñé.
Que alcanzo el vuelo: mis pies lejos del suelo firme me hacen llorar de felicidad.
Viví en Salzburgo alguna vez, seguro lo recuerdas.
Que alcanzo un vuelo siguiendo mis sueños. Lo alcanzo y qué fortuna; hoy ya nadie, nadie me sigue.


ceci

27 de marzo de 2011

Talento argentino.

Ceci:
-Yo también puedo ganar un Realty..
Laotrapersona:
-Claro…
Ceci:
-Yo también tengo una historia conmovedora para contar y ganar: “- De chiquita iba a las clases de piano y llevaba las partituras en una bolsita. Hasta que un día en la esquina antes de llegar a la clase, me tropecé con el verdín del cruce de calles y la bolsita se me rompió.”
Laotrapersona:
-Conmovedor, podés ganar. (Me imagino vos toda flacuchita tirada en el piso, las partituras desparramadas y tu bolsita rota)
Ceci:
Mi historia de vida es conmovedora.
Ceci/ Laotrapersona:
(Risas)

15 de marzo de 2011

De no.

De no tenderla sobre la soga y prenderla tímidamente con los broches de plástico que junté aquella vez, bajo los leves rayos de despedida del sol, en aquel atardecer.

De no atraparla en el viento que sacude mis brazos en el mar, ni con mis pies, ni con mi rostro. De no tenerla en la rutina, en el puño mientras la playa se me escapa como el polvo de aquel recuerdo, en el azul del cielo.

De no estar ni en el creo, ni en el pienso, ni en el talvez, ni de vez en cuando o a lo mejor.

De no embeberse en las sombras de tus sombras arrimadas a mis sombras, ni en un callejón despintado hasta el alma. De no estar en los turquesas de los dioses.

Ni apenas en los sueños ni en las voces de las guitarras, ni en los versos.

Ni en las agendas, ni en la batallas, ni en lo héroes, ni en los fracasos.

De no estar en esta abundancia de silencios, de cicatrices, de cafés entibiándose, de copas y te quieros, que no tiene un ínfimo lugar, si donde busco no la encuentro: cuando las pupilas recobran un sentido; la verdad sigue estando en tus ojos.


Ceci
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15/03/2011

17 de enero de 2011

Estoy hablando (I)

Me sirvió una cerveza con mucha crema que la protegía. Rico y redondo el sorbo que saboreo: cierro mis labios pasando dos vueltas (ida y vuelta) de las llaves de ellos, tan rojos.

Pensó repentinamente en que estos últimos cincuenta minutos se hicieron un elástico andante del tiempo e hicieron del mismo la posibilidad de recorrer, con la eficacia de un trueno, el compromiso de permanecer cada uno de nuestros deseos en la realidad.

La ropa; que, tirada en el piso, hizo que paralizáramos nuestras ganas de fumar un rato, sólo un rato. El piso; cuyas migas dispersas eran tan visibles como amigas íntimas de la gravedad. Los vasos; sus contenidos de antaño se solidificaron con franqueza, con atención, con empeño. Bien, hasta la posibilidad, benditos cincuenta minutos, retazo de aquello que en ocasiones llamamos tiempo, servida para esperar a ascensor más viejo, siendo que nos vimos derrocados ante la suerte de moneda que delata el hecho que ante dos ascensores en el pasillo viniera primero aquel.

Cruzamos la esquina; casi casi la esquina, mejor dicho, hasta llegar hasta lo de la china y su supermercado chino.

Compramos las bebidas y la cajera oriental sonrió (cuando él le tarareó la canción del verano mientras pagaba) con casi una carcajada dándole un final feliz a su cara de piedra, de catarata cuando esconde su gélida humedad.

ceci
01.2011)

24 de noviembre de 2010

Botones.


By Ceci.


Esta vez no desperté así de golpe. Ya había despertado hace varias horas. Tuve un pensamiento repentino: los botones. Mamá tenía la costumbre de donar ropa sin los botones. Ella silenciosamente, con su tijera larga de filo, descosía, en dos pasos, cada botón de las camisas, los pantalones y los etcéteras; con un leve empujoncito caían débiles deslizándose como tobogán por la tela hasta llegar al cofre de lata. Así, fueron años de cultivo y cosecha de botones.

Junto a los libros y al amor, los botones son lo más reciclable que encontré hasta ahora. Bah, lo del amor casi lo dudo, pero no.

Qué ganas de reinventar, me dije. Fui al cofre, los miré un largo rato; hasta quise entenderlos, los seguí mirando y hasta me dio la sensación de no haberlos visto nunca, como haber encontrado una nueva forma en la vida: “así eran los botones che, nunca me había dado cuenta”. Revolví el ropero, desmayé todas las prendas sobre la cama y arranqué todos los botones que tuve a la vista; pero no con la delicadeza de mamá. Listo, ya junté un poco más; pensé.

Fui a lo del abuelo a visitarlo esa misma tarde. En un momento se distrajo y asalté su ropero arrancando cada uno de los botones de sus sacos y pantalones. No eran colores vivos, pero eran botones y servían. Así tomé por asalto cuanto ropero encontrara; bah, inducía a encontrar, mejor dicho.

El otro día que dormías, sigilosamente, te descosí un botón.

Qué ganas de reinventar estas ganas. No me mires así.

No quiero verte en el mismo lugar, quiero verte allí, o en otro lugar, que me pilles mientras bailo con mis collares de botones; que en cada parpadeo nos reinventemos como las lecturas, como los amores.


ceci
noviembre 2010.

18 de noviembre de 2010

Prólogo de Contratapa del libro "La Metáfora no se Mancha" (Cecilia Díaz). - Por Ana Jeger.

“Leyendo cada uno de estos textos me convenzo de que éste también es mi lugar. Y no cuesta, es sencillo verlo: es como entrar a una casa cuyos olores, imágenes y gustos nos vuelven al hogar, al propio nido (con la falta que tan a menudo eso hace).
Adentro, se los aseguro, hay airecitos de tango y candombe, coros de murga y comida casera de domingo al mediodía. Hay perfume de madre y frases justas, mate calentito y versos enamorados. Sencillez bordada en las solapas, florcitas de un día que, de tan tímidas, lucen más.
Está todo lleno de ruido, del alboroto de las palabras cuando se enredan, cuando se entrechocan y van contando lo que falta por sentir, por hacer, por retener.
La letra va buscando estar a la altura de lo sentido, eso de encontrarse y no saber la palabra, eso de jugar con metáforas y versos para que se sepa que no es un juego.
La metáfora no se mancha, es ella la que salpica con sus colores alguna parte escondida del corazón.”

Ana Jeger
Bourg en Bresse, Francia.
Diciembre de 2009.

Prólogo del libro "La Metáfora no se Mancha." (Cecilia Diaz) - Por Lucas Sanchez Sierra.

Prólogo

Todos los momentos vividos traídos al presente por el azar o el capricho de la memoria. Todos los colores que pueden convertir una vivencia en un texto y cristalizarse otra vez en la vida misma. El arte convierte lo real en hermoso y lo hermoso parece más real.

Tal don se encuentra detrás de los versos de Cecilia. Sus palabras simples, bellas, redondas, despojadas, pueden conectar al lector con lo divino escondido detrás de lo cotidiano o escaparse hasta profundos recuerdos. Y es que no hay forma de resistirse ante estos versos, sólo hay que navegarlos hasta encontrar jardines interiores que otrora yacían ignotos.

El poder de una metáfora logra que lo terrible se torne bello y lo injusto se pueda comprender. Se traslucen trazos de una sabiduría sentida, nacida tal vez luego de pérdidas que al mismo tiempo que duelen, enseñan, fortalecen y embellecen.

Se encuentra en estos textos la capacidad de tomar sencillez y belleza y rociarlas sobre el pasado, permitiendo sanar y comprender esos senderos borrascosos. El resultado se respira en la lectura, penetra como un aroma de bienestar y, como una caricia, conmueve con poco esfuerzo.


Lucas Sanchez Sierra
Buenos Aires, Argentina.
Diciembre 2009.

10 de noviembre de 2010

la lluvia y el río.

Contá todas las veces que me he puesto cursi y, ni lo dudes, hacemos un collar de varias vueltas.

Contá, te cuento.

Cósmico como anteayer. Me subí al ómnibus, me senté de prisa, mientras el muchacho de al lado mío se cebaba un mate, comenzó a diluviar. Y yo, como de costumbre, desmayé de sueño.

Cuando desperté, en las coordenadas de siempre, en el instante de siempre, el muchacho preguntó si habíamos llegado a la ciudad de las diagonales. Claro, le respondí. Allí me contó que venía de Montevideo por primera vez por estos lugares.

Toda la cosmicidad se esfumó en sus ojos claros, en mi reloj, en mi memoria selectiva, en la lluvia, en la espera, en un catorce de febrero, en una carta a poste restante.

Un muchacho uruguayo, un ómnibus, unos ojos claros, un día de noviembre y un hasta dentro de un rato.

Hasta el amor. El amor que sostiene mi poesía, el que está vivo dentro mío y ya tiene hombre, ya tiene un retazo de dueño, quien me viene a buscar, lluvia o diluvia y yo bajo un reparo tiemblo impaciente por su llegada. Sonrío sola, desgastada de un día largo, de un día gris.

El ómnibus se fue, y ojalá pudiese resumir este momento en el que te descubro bajo la lluvia, hombre de ojos claros, amor de mi vida, qué alegría llegar a casa; no olvido las llaves, ni olvido ningún acorde, ninguno de mis deseos azules desde antes de conocerte, ni la imagen de la flor que me has enviado de Coroico, ni tampoco tu promesa de ser uruguayos cuando seamos grandes; lo sueño algún día como hoy, de lluvia o de sol, o algún día cualquiera.


ceci

3 de noviembre de 2010

analogía.

yomisma:
Y resulta que blablabla, bla bla bla bla. Blabla, bla. Y entonces bla bla bla, bla bla.
Me parece que eso es una señal.
laotrapersona:
Mmm, una señal no. A eso se le dice manifestación del inconciente.
yomisma:
¿Los de la psicología se ven tan ofendidos con la palabra “señales” como los de ciencias e ingeniería cuando nos dicen, en lugar de círculo, redondel?
laotrapersona:
Tal cual.

18 de octubre de 2010

Ella, la luna o la vida.

Ella se comía las uñas durante el día, impaciente porque no llegaba la noche. Una vez caído el sol, la luna asomaba y, allí mismo nomás, ya le empezaba a resultar aburrida la noche y pero más aún la luna. Porque estando allí, así como estando, o haciéndose que se está, ya no tenía cual luna extrañar.
Sí, claro, como era de esperar, también se comía las uñas esperando el día durante toda la noche. Porque estaba bueno el día y se ponía más bueno aún esperando la noche.
Jodeme, y ¿así se le pasaba la vida?
Pero la luna, qué hermosa que es la luna señores; y, sin embargo, ella no supo ni un poquito contemplar la inmensidad de su luz, que no es nada menos que un puñado de sol, envuelto en la bella redondez de su reflejo.


ceci

6 de octubre de 2010

Notita para Alessandro.

La notita estaba doblada en dos partes y pegada en su cunita que lo esperaba tendida ya hace unos largos y ansiados días. Decía algo así;



Decile a mamá que hice cuentas y que, en un principio, creí llevarle un amanecer de ventaja. Pero luego pensé. Pensé bien. Pensé en que los hemisferios (qué fea palabra, Ale, mejor digamos “los mares”), los mares hicieron un efecto de compensación.

Igual, no importa; sea como sea, si por esas casualidades me sobrara un amanecer, o mismo no me sobrara, más bien me faltara, lo imaginaré igual para vos. Decile a mamá que les regalo uno. Yo misma. Uno mismito sólo alcanza, para verte abrir los ojos y darte la luz de bienvenida a esta flor, este llanto, esta risa o esta tarde luego de la lluvia que algunos llamamos vida.



Ceci

06/10/2010.

16 de septiembre de 2010

Registros del amor

Registros del amor
o memoria poética (*).
Qué hay de la nostalgia sin aquello que no viví.
Qué hay del amor,
Qué hay de la memoria.
Tengo nostalgia de aquellos años
en que padecía nostalgia de lo no vivido.
Y olvidé qué era la pasión.

Registros del amor
o memoria poética.
Qué hay de las fragancias,
Los amaneceres,
Los instantes detrás de los cristales
del tren, de la brisa en la cara
de aquel día de lluvia.
Tengo nostalgia de aquellos años
en que pensaba que esto lo extrañaré.

Registros del amor
o memoria poética.
¿Se puede gritar?
¿Se puede llorar?
Qué hay del amor,
si este poema ya lo viví.

ceci

(*)
Milan Kundera en La insoportable levedad del ser: "Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrara aquello que nos ha conmovido, enca ...ntado, que ha hecho
hermosa nuestra vida. Desde que conoció a Teresa ninguna mujer tenía derecho a imprimir en esa parte del cerebro ni la más fugaz de las huellas"
...
"El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética."

Gracias Eve.
http://unbichocanasto.blogspot.com/2010/08/borrador-parte-i.html

7 de septiembre de 2010

x,y,z,t, s,a,r,a,s,a.

Algunas veces escribo pero no puedo hacer un perfecto puente entre lo que siento y las palabras. Entonces, las palabras se suicidan y con la simple presión de mi dedo en la tecla borrar.

La torpeza me interrumpe y no sé decir.

Quisiera hablar de las dimensiones pero no me sale. Quisiera hablar de la chance que nos da el poder soñar, el revivir las posibilidades que este mundo nos ha quitado, o se han quitado solas. No lo sé. Quisiera hablar de qué es lo cierto. Alguna vez he pensado que somos agnósticos hacia la definición de lo real y lo surrealista o imaginario como verdadero.

Me desperté con el sentir de una esperanza no muerta, por unos segundos. Soñar con un abrazo, que hoy de pie y en este mundo despierta no tengo, me deja pensando. A la vida la entiendo como diversas capas, diversas dimensiones donde me parece absurdo decir que lo real es lo cierto. Cuando estoy despierta veo hacia fuera, hacia el mundo y cuando duermo veo hacia dentro de mí. Entonces, cómo decir que no pasa si pasó dentro de mí.

Cómo definir las dimensiones. Y si me pregunto si el mundo es el adentro de un todo que envuelve mi cuerpo o el mundo es el adentro del afuera que está dentro de mi ser, no estaría mal. Pero no me olvido de tantas otras dimensiones, ¿las tantas que hablaría Einstein? No, no creo que hablemos de lo mismo, o sí.. no lo sé.

Nuestro entorno se trata de nuestras decisiones y de lo que nos pasa, nos sucede.

Estoy pensando ardientemente que somos lo que decidimos y el resto, lo que nos sucede son no otra cosa más que productos fallidos de nuestro ser.

Ahi es donde los planos y dimensiones interactuan esfumándose haciendo una ensalada de dimensiones. Y hay que preguntarse por qué. Al menos a mí me sierve para entender alguna que otra cuestión la vida, que hace poco tomé alguna cuestión y la empecé a desarmar como un caja de zapatos y armarlas de tal forma que las caras que antes eran de adentro ahora se vean de afuera.

Y lo pienso, y me dan ganas de llorar.

Hay que aprender a verse por dentro.

Uno casualidades, con grafos chiquitos y prolijitos para que no se me escapen..

Y son causalidades. Causas que en una línea de tiempo que atraviesa largo y tendido por mi propio interior, un par de dimensiones más (que otro día te cuento) hasta llegar al interior de este enorme mundo.


ceci

15 de agosto de 2010

Fantasmas.

La semana pasada vinieron dos amigas a tomar el té a casa y, entre tantas cosas que convesrsamos, surgió el tema de los fantasmas. Me contaron historias de fantasmas y desde ese día estoy un poco sugestionada.

Tal es así que hoy sábado, que es el día que voy yo sola a la oficina, me puse a leer historias verídicas por internet. Mientras estaba compenetrada leyendo, suena el timbre. El jabón que me pegué, atendí por el portero eléctrico: "fumigador!". Hace meses que no venía el fumigador.¿justo hoy tenía que venir? Qué jabón, vuelvo a insitir. Miré muy detenidamente el monitor de seguridad y me sentí como en una película de terror. Bueno, efectivamente sería el fumigador porque estaba con un guardia de seguridad que viene a acompañarlo para realizar su tarea.
- ¿Estabas aburrida?, dice el guardia de seguridad. Y les conté que estaba muy embebida en mi lectura de historias de fantasmas cuando sentí el timbre y me sobresalté.
- Acá hay fantasmas en el edificio.

No, lo que faltaba. Si antes estaba sugestionada, ahora?. ¿había necesidad?. La cuestión es que, con tanta naturalidad como si se tratasen de cucharachas en un edificio de una institución fundada hace casi un siglo y medio, me contaron más detalles sobre la presencia de fantasmas allí.
Parece que en el cuarto piso hay. Ya cambiaron de turno a dos de nuestros compañeros porque los molestaban. Sentían una mano en la nuca, en el hombro. Por las cámaras vieron a un hombre de blanco en un rincón. Los ascensores suben y bajan solos de noche.

Luego, continuó el fumigador contando que un dia vieron a otro fumigador haciendo recorridos con ellos dos. Lo curioso es que hay un solo fumigador y es él.

- Pero no te sugestiones, cuanto más pensas, más aparecen.

Digo yo, hasta hace unos días vivía medianamente tranquila.
Anoche me quedé en la casa de Manuel porque anteayer apareció un número de teléfono marcado en mi celular que, luego investigando, es el de alguien conocido.
(Por las dudas, le voy a jugar al quini.)

Ahora tengo un jabón que hace que todo tenga forma de fantasma. Es más, yo acá tipeando, seguro que detras de la puerta hay un tipito espiándome. Risas mentales.


Creo en la energía que dejan las almas cuando se van, la poderosa sugestión que mueve montañas.

Me puse a pensar que nunca había meditado muy profundamente el tema de fenómenos paranormales, por decirlo así, o en un mundo paralelo formados por almas que no pueden descansar. Tampoco antes había sentido miedo. Y eso que yo viví casi cuarenta días en un hospital bastante tenebroso, que hasta había un santuario y una capilla, y que re daba para tejer alguna historia o más bien para tener un poco de miedo.

Nunca hice ningun ritual de la copa y ninguna de esas cosas. Creo que hay un poder mental que puede hacer provocar ciertos fenómenos.

Si hasta ahora no viví nada extraño, ¿quién dijo que ahora si?

En fin, me tnanquilicé sabiendo que los fantasmas estan allí, yo acá y decidimos mutuamente no molestarnos.

ceci

11 de agosto de 2010

BH, le dicen acá.

Con perfumes dejavuseros, atardecía. Por el boulevard, podía yo pintar una noche de verano, pero con un poquito más de frío. El cielo se veía y lo hacía con su más bello adjetivo: azul oscuro.
Por mi calle pasaban los caballos con sus dueños. Impecables movían sus colas, brillando sus lomos, acariciando de percusión el asfalto con sus patas. Al lado de casa, unas sombras en la noche de mi regreso me saludan y las saludo. Ellos tomaron la casa de al lado y viven a oscuras por las noches. Como hay carreras, me asomé por mi balconcito y se vieron las grandes luces del hipódromo. Cuando duermo, ni los perros se oyen, ni un zumbido de alguna mosca distraída.
Me moví sólo diez calles de aquello que le dicen casco urbano en la ciudad de las diagonales. Sin embargo siento aires de barrio, verdadero barrio.
Así son mis días, cuando todas las mañanas me despierto conmigo, sin anticipos y con retazos de cada imagen de esta vecindad que ya siento mía, de estos aires de hogar y silencio, conmigo misma.


ceci.
agosto 2010.

2 de agosto de 2010

Plan de estudios.

+ Ceci...- dice:
yo quiero ser filosófa
pero sin estudiar
jajjajaja
Sarasa dice:
mira vos
asi de facil
+ Ceci...- dice:

see
jajaj
y los griegos ?
a quienes estudiaron?
estaba desactualizado el programa
Sarasa dice:
a bue...
+ Ceci...- dice:
jijiji,

1 de agosto de 2010

Nuditos

Cuando tengo alguna preocupación, hay unos muñequitos que le hacen unos nuditos a los cordondes de mi espalda.
Y en el fondo, sé que ellos hacen muy bien su trabajo de alertadores, como quien baja la barrera cuando viene el tren, como quien trabaja para el servicio meteorológico.
Será cuestión de recorrer de energía las líneas radiales de mi espalda hacia otros mundos, quizás.
Y cuando llega la esperada calma, los muñequitos se acuerdan; sí, se acuerdan y vienen dichosos a desatar lo atado mientras duermo (por fortuna no me los cruzo, como para no quemar tal augurio). Y así es como liberan los nuditos que alguna penosa vez fundaron sobre los cordones de mi espalda...

ceci

30 de julio de 2010

La lluvia y viceversa.

Y si lloviese de abajo para arriba, las nubes entenderían el dulce y fresco tacto de las gotas sobre su rostro, los astros estarían agradecidos por el suave rocío de la humedad desprendida lentamente de los mares, copiosa, tan copiosa. La luna tendría su noche más romántica, y se haría de una ventana imaginaria para contemplarla a través de sus cristales.

Y nosotros, viviríamos en unas rocas retorcidas, de infinitos intersticios, con la nostalgia de aquella casi redondez que nos abrazaba, con el anhelo que algún día cualquiera, así sin anunciarlo, por fin vuelva a llover.


ceci.
un dia como hoy.

23 de junio de 2010

CO

Me pregunto cuántos supimos alzar la voz de la verdad. Me pregunto, de repente, y tiemblo un poco, un poco, nada más; y se desdibuja el mundo que alguna vez creímos hacer perímetro con nuestros brazos. Me pregunto por qué existen cosas de las que no hablamos, por qué las personas tendemos a pensar en bloque y crear pensamientos colectivos con conceptos probablemente equivocados. Me pregunto por qué somos capaces de juzgar desde pequeños y no de aprender. No debería hacer falta ser resiliente, haberse salido de un marco embebido de pensamientos, reglas y juicios heredados de la más puta de las miserias humanas, para entender que la violencia de género es tan mortal como una guerra, una guerra silenciosa, puertas adentro. Letal.

Hay una delgada línea, que se puede pasar sin darse cuenta, que es la que traspasa a quien padece este mal como víctima para convertirse en militante de banderas altas a favor de esta barbarie criminal.

Puede haber sentimientos más poderosos que el miedo y, sin embargo, dejamos que escriba nuestra historia.

Me pregunto por qué la sociedad complace con silencio o con respuestas absurdas que ni responden, con exorbitantes intentos de comprar otra historia, de mirar para otro lado.

Me pregunto cuáles son los ideales que nos formaron y quiénes. ¿Podremos algun día empezar de cero? Si, claro que sí.

Hoy alzo la voz una vez más, porque a estas estructuras hay que darle un empujón para que caigan.

Y dibujar nuestra propia historia, con libertad. Si, libertad.

Tenemos un mal, como Humanidad, como lo que fuésemos, si es que somos alguien y nadie nos lo ha robado, tenemos un mal heredado por siglos quizás. Un mal que es como el CO. Silencioso, letal y puertas adentro.

ceci


caperucita- ismael Serrano

28 de mayo de 2010

Oficinas.

Arranca la mañana por la ciudad cuando ella llega al estudio, prepara unos mates mientras le da tiempo a su computadora que inicie su sesión.

Arranca con furia del rodillo de la máquina de escribir, por haber olvidado el borrador que salió mal ayer, lo tira en el cesto, toma dos mates y, mientras recuerda la tropa de trabajo que viene marchando, seria y concentrada se pone a trabajar frente a su máquina.

Inicia su sistema. Abre su planilla de cálculo. También. Dentro de su rutina, se permite iniciar su sesión, no disponible. La ve conectada a su amiga, pero sabe que ella también está en plena batalla, con su tropa de quehaceres. Pero sin dudarlo, como gesto de complicidad y empatía tipea dos puntos y un paréntesis final. Ella le responde igual. Y por un rato no vuelven a escribirse.

Inicia su tarea; hoja en blanco, carbónico, hoja en blanco insertadas dentro del rodillo. Mientras escribe, hace una pausa, levanta la vista y mira a su compañera que, sentada en frente, hace su misma rutina. Fue un segundo, sin despegar sus manos de las teclas, una mutua mirada cómplice, una leve sonrisa y volver la vista hacia el papel, por un largo rato.



ceci.

27 de mayo de 2010

La tijera gigante del dios de los ateos.

Creo que la culpa de lo que falta es de lo que sobra y viceversa. Entonces pienso una cosa; no voy a decir algo tan obvio como cuántas iglesias hay y cuántos que no tienen techo para vivir; no eso no. Sería como caer en el tarareo mental de la canción de mi amigo Kevin: parece mc guevara o che donalds. Se me ocurre una cosa más cotidiana.
No entiendo las reglas absurdas. No voy a decir algo tan obvio como ciertos tipos de leyes y penas. Ya no voy a ejemplificar, sería largo y tedioso. Digo esas reglas absurdas y cotidianas, esos “regalos” que se hace uno por no se qué o cual motivo. Voy al grano.
No comprendo a las personas que limpian su living y no lo usan. Metros cuadrados de la casa oscura, sin vida, esperando, pidiendo a gritos que llegue alguna visita para sentirse acompañados. Fijate que casi siempre los livings son hasta más grandes que las cocinas, y sin embargo la mayoría de las perosnas(en el caso de estas casas de estas gentes) circula, marcha, pasa, merodea por la cocina como si la heladera tuviese un imán imperdible o las hornallas les diesen la tranquilidad de estar más seguro en la casa o como si no fuese lindo sentarse en el futón y fumarse una pipa. O no, simplemente hacer la tarea de cual cosa fuere. Es decir: si una casa vale ochentamil dólares, por tantos metros cuadrados hay que tener en cuenta que al menos un cuarto de la totalidad de la casa no se utilizará, por tanto el metro cuadrado vale más de lo que pensamos. En fin...
Otra cosa, y si juntamos todos los metros cuadrados de livings impecables, oscuros, solitarios, desholgados (ceci, dejá de inventar palabras) y sedientos de un rato de descoque… y tomamos una tijera gigante (la del dios de los ateos) ¿Cuántos son los monoambientes (bue, no vamos a ser tan ostentosos eh) que supimos conseguir?

Ceci

21 de mayo de 2010

Cítrico.

Comenzó aquella mañana de nubes y humedad. Aunque se pronosticaba, aun no llovía. Entre sueños borrascosos, ya veía venir a la mañana o a la lluvia.

Iba a ser la mañana más triste de mi vida. Doblemente triste. Pero, sin embargo, llegaste a casa.

El ómnibus partía a las dos horas pasadas del mediodía, sin embargo nos quedamos en eternos instantes de mañana, con el pretexto de embellecer las últimas horas, diciéndonos en cada mirada cuán lindos fueron estos años.

Sabía que el tiempo se nos detendría allí. Rozaba la víspera de tu partida y se estremecía un dolor en mi alma. Doblemente. Pero decidiste quedarte en casa y agradecer los instantes con más instantes, con tu voz callada, silenciosa y conmigo.

Recordamos nuestros años vividos con abrazos tímidos; tu piel, esa inmensa eternidad de aroma a cítricos y agua termal.

Quisiste quedarte en casa, en busca de un silencio que te daría refugio. Lo encontraste deshaciéndote de tus tantos relojes, esos que abundaron alguna vez, variados, antiguos, desordenados arriba de la mesa de pino.

Te amé con locura. Aquella mañana o toda la vida, no lo sé. La locura que me hizo alguna vez gritar, y hoy me hace sostener tu recuerdo por lo bajo, como un tímido sonido de teclas silenciosas, pero en lo alto de saber que, sumergida a tus fragancias cítricas, aguas termales e instantes que decían resumirse en una mañana embebida en hermosos aires, recordé que decidiste mirar conmigo las horas más felices de mi vida. En casa.

.

Y no quise despertar, preferí no sostenerle la mirada al tiempo y así esquivar la llegada de aquella despedida. Porque aquel manantial, aquellas horas ya despintadas sobre la mesa, aquellos nomeolvides de tu piel, fueron el canto, fueron la vida que dejaste aquí; un cítrico, un ámbar, el más rico fruto de tus años vividos en Buenos Aires.



ceci

mayo 2010

19 de abril de 2010

Caramelita.

Ayer pensaba en Caramelita. Caramelita era una muñeca de rulos de lana rojos que me regalaron mis padres el día de mi cumpleaños número cinco. En realidad no eran rulos, eran arquitos de lana sobre el “cuero cabelludo” (tradúzcase plástico lanudo). Mi madre me sugirió el nombre ya que yo ofrecí llamarla Caramelo, pero ella me advirtió que no era nombre de muñeca. Después de muchos años tenerla, ni sé donde habrá ido a parar; tal vez ya es fuego bajo el sol.

De niños somos seres puros. Si no te bancás a algún pibito del barrio lo puteás sin ninguna hipocresía; si querés a alguien, lo abrazás sin temores; si te sentís solo, le hablás a alguna Caramelita, que va a estar con vos, sentada bajo la higuera, por ejemplo en el caso que injustamente un adulto te retó (habrá pretendido que te comportaras como adulto, qué pena.). Y esto último es una de las tantas cosas que quisiera rescatar y volver a mí (tarea difícil), esa pureza, esa simplicidad tan lejos del prejuicio ajeno, que hemos tenido de niños para resolver ese mal tan desgarrante que muchas veces nos mantiene embebidos esta vida de adultez; la soledad. Y hablo de la soledad en su más amplio espectro, y formas de aplicación. Esas cosas que hacemos o que adquirimos o que decimos para sentirnos menos solos.

Quisiera volver a la pureza de mi niña. La niña que dibujó piruetas sin importar las preguntas ni los ojos ajenos; piruetas que el tiempo y el mundo en una complicidad simbiótica, cruelmente las han borrado.


ceci
abrildosmildiez.

6 de abril de 2010

Estadísticas de La Metáfora No se Mancha... el libringuis.

Aquí van las estadísticas:

70 vendidos
10 donados
15 regalados
1 canjeado por cortina de baño. (baratita)
1 canjeado por parte de pago de producto Avene.
10 pedidos.

y todavia no pasé por las librerías para completar la estadística.

ya volveré con más info.

infinito agradecimiento a ustedes!!!

ceci

31 de marzo de 2010

Fm Compartiendo FM 89.7




este martes 30 estuvimos contando sobre el libro en "el ojo que no parpadea" con Agatha Luxemburgo.
:)

29 de marzo de 2010

Agenda II

martes 30/marzo estaremos en El Ojo No Parpadea, de 20 a 21 hs, en FM 89.7 para Quilmes y
Berazategui o en fmcompartiendo.fundafar.org.ar para todo el
muuuuundo!!!

27 de marzo de 2010

Agenda I

Hoy sábado 27 estaremos en LA
TRINCHERA DE LAS PALABRAS, a las 20hs, en FM 89.7 para Quilmes y
Berazategui o en fmcompartiendo.fundafar.org.ar para todo el
muuuuundo!!!!

2 de marzo de 2010

Diccionario Charrrúa I



Algo que no podía faltar en mi estadía por Montevideo son estos puestos por los costados de la avenida principal "18 de julio". Sobretodo cuando uno va con lo justo para gastar.

Lo curioso, como tantas palabras de nuestro diccionario argentino que mutan al cruzar el río es como se menciona.

Nosotros diríamos puesto de superpancho, allá se dice pancho largo.

Bien, pero he aquí que lo gracioso es que el pancho largo tiene la salchicha larga y el pan cortito.

los panchos estuvieron de más!


* de más (en uruguayo) = buenísimo

;)

ahi va!

ceci.

11 de febrero de 2010

Ya llega....


La Metáfora no se Mancha.

el librito!

ya anuncieremos puntos de venta ;)

14 de enero de 2010

Por amor.

El amor es una fuerza que circunda los grandes interrogantes, con la ilusión de llegar o ver de alguna manera las respuestas.

Por amor escribo. Ensayo, digo, desdigo y me equivoco.

Por amor hago, lucho, hablo y callo. Me levanto, por amor sonrío.

Por amor aprendí a contemplar, a defender mi libertad y siento que me hice un poco más grande.

Por amor me desnudé de juicios.

Por amor comprendí las transformaciones, por amor soy más paciente.

Por amor aprendí a escribir mi propia historia. Parecía una idea sin sentido ya que madura de obvia, hasta que entendí que llevo, como tantas otras personas, un edificio en nuestro ser.

Por amor doy mucho más de lo que creía tener, por amor me siento rica, alegre y con ganas de vivir.

Sin embargo, muchas de estas cosas que te cuento no fluyen tan fácilmente. Se quedan atontadas impidiendo esa transformación que nos contaba Lavoisier. Se quedan atascadas en los ductos de nuestros edificios, hasta talvez en los subsuelos, a oscuras, ahogados, sin aire.

Toda la vida nos devorarán serpientes (como dice Silvio), y depende de nosotros mismos dejar que siga a su digestión o lanzar un poema, una palabra de paz, de amor, una crisis generada por nuestro propio amor, que haga temblar los cimientos, y se destruyan.

Y así, dejar fluir nuestros ensayos, nuestros juicios desnudados, nuestra libertad, las más bellas transformaciones.

Porque la vida es linda, dice Mafalda. Y lo digo yo tambien.

Y escribiremos nuestra propia historia. Sin repetir errores ajenos, corolario de los miedos inculcados.

Por amor, decido seguir amando, mientras no pierda las alas (condición innegociable), seguiré amando.


ceci

13 de enero de 2010

Nota de la Autora. - (Próximamente Primera Edicón. - Febrero 2010.)

La Metáfora No Se Mancha no es un libro. Cuando me preguntan qué suelo escribir, no encuentro ni poesía ni texto, ni ensayo, ni escrito para definirlo. Abrazo el “todo aquello que quise y quiero decir”. Y me quedo con eso.

Un día llegué cansada de caminar, con los pies ajustados a los zapatos, que me apretaron tanto que entonces decidí descalzarme. Esa ínfima y, a la vez, eterna sensación de tocar el suelo quise contarla. Porque creí por un instante que había alguna forma posible de transmitirlo. La Metáfora… es la voz reinventada de una mañana cualquiera de nuestra infancia, es la nostalgia de lo que pudimos vivir, de lo que nos contaron, de cada melodía que se pierde en nuestros ojos cuando le ponemos nuestra historia, de cada instante, intenso, sublime, pequeño, pero que grita y grita con fuerza porque había que decirlo, había que pintarlo, había que escucharlo.

La Metáfora No Se Mancha comenzó hace cuatro años como una pila de voces ordenadas, colgadas, subidas, posteadas en forma cronológica en un blog que lleva su nombre. Luego, fuimos (mi imaginación y yo) combinando textos con dibujos y pinturas que he hecho a lo largo de muchos años y así se los presento.

Hoy las voces explotaron, decidieron desordenarse, romper las reglas, subirse a la mirada del abrir la Metáfora… en una página cualquiera y brindarte ese abrazo de lo espontáneo, de lo desintencionado con esa fuerza que nos ayude por un rato a creer que hay otro mundo posible, siempre que tengamos algo por decir.

Insisto. No es un libro. La palabra libro le corta las alas a lo que te quiero contar. La Metáfora… es sentir.

Y como muchas cosas que sentimos, deseo que lo reinventes cada vez que decidas abrir estas páginas y así volar conmigo.


Ceci.
La Plata, 12 de enero del 2010.

28 de diciembre de 2009

Los fichines.

Y mientras sus padres pelotudeaban comprando alfajores para los familiares o haciendo la fila para comprar algún pollo con puré para llevar o alguna comida similar de esas que se compran en las noches de verano en la costa atlántica, ellos usaban el tiempo en los fichines.
Y recuerdan lo mejor. Recuerdan que los momentos más felices en las sentenciadoras maquinitas eran cuando ya no tenían más fichitas para jugar.
Era el momento en que se consumía el tiempo en abrazos de libertad. Se sentaban a jugar en las maquinitas, sin poner una ficha y se compenetraban un buen y largo rato en modo “game over”.
Así fue como comenzaron a darle alas a la imaginación, que, en aquellos tiempos, no costaba nada.
Ni un solo fichín.


ceci
dic09

Cada pie.

Y caminaba por el centro, disperso, en un mediodía gris.
Allí iba con su mochila discreta, un andar lento y un poco de dinero en su billetera.
Al pasar frente una tienda de artículos deportivos, entró a ver qué pasaba.
Fué donde vió unas confortables y simpáticas zapatillas que tan sólo costaban cincuenta pesos. Las compró.
Mientras volvía a su casa, pensaba cuánto dinero habrá pagado por cada zapatilla.
Una veinte y la otra treinta. No.
Veinticinco y veinticinco. No.
Cuarenta y ocho y dos.
Pensó que esa última era la más coherente.
Casi llegando a su casa, el dilema era saber cuál costaba dos y cual costaba cuarenta y ocho. ¿Cuál pisada vale más?
Si hay tanta desigualdad en cada una de las cosas de este planeta en las que pareciese tan obvia su equidad por definición, por qué no pensar que cada pie de uno mismo necesita una zapatilla de distinto valor?
Los pies támbien gozan de injusticias.
"Como en todos lados" diría el almacenero.
Llegó a la casa y se puso las zapatillas.
Ató los cordones de una sola.
Por las dudas.

ceci
dic09

29 de noviembre de 2009

Sin embargo lo escribo.

No hace falta que empiece diciembre. No hace falta el destello infinito en el alma que trae el golpe seco, imbécil, transgrediendo los vidrios, las costillas, las palabras. No me gusta que finalice noviembre, porque huelo a madrugadas que pasan de largo, y corro detrás y corren aun más, lejos, lejos de mí, de mis pequeñas manos. No hacía falta decir que detesto el olor a hospital, el olor a verano en el medio del monte, el olor a polvo de tierra que se impregna en mis ojos abiertos, secos pero sudados de dolor. No quisiera ya contar que escribo porque no me rindo, que lloro cuando me duele hasta la alegría, esa alegría injusta, rodeada de ausencia, alegría de uno solo, sin abrazos, sin espejos que me hagan ver alegres por la vida, de esta alegría sin vida. No hace falta, pues quizás sea mejor dejarlo escrito por única vez y enterrarlo ya por fin esto de tener diciembres mendigos, acurrucados y muertos de frío y hambre a la deriva de algún enjaulado parque de mi alma, sin ánimo de entendimiento, sin tregua, pero que saben de risas y melodías en cualquier parte del año menos ensimismados… diciembres. No creo que haga falta decir que conocí y reconocí pasillos por sus techos, por sus manchas de humedad, infinitos, silenciosos, de miradas curiosas, de luz que no entra y se queda allí afuera, desafiante, rencorosa.
Pero sin embargo, lo digo por si alguna vez quedan vestigios de dolor en mis huellas y no me dejan sentir, escuchar y entender la vida como el compromiso de los sueños no cumplidos, propios o ajenos, como el brazo que enciende la luz de las almas soñadoras que creyeron ver alguna ilusión en mucho de lo que palpamos hoy, como el sol que nos une cada día con las noches en las que sueño que no te has ido, que estás aquí, riéndote conmigo de los que digieren esta farsa de que somos mortales.
Y así te escribo un día como hoy, cosas que quizá no quisiera, pero las dejo anotadas aquí, para recordar un día que quiso terminar noviembre con alguna que otra cosa que no deja quieta al alma de dolor, sin embargo, recuerdo tus móviles y tus anhelos, prendo la tele y lloro de alegría.


ceci

27 de noviembre de 2009

17 de noviembre de 2009

Momento y lugar.

Llegaste a la esquina,
y no había más que un lugar.
Y los lugares son momentos,
y los momentos son lugares.
Llegaste y continuaste.
Los momentos son líos de más momentos,
más pequeños,
y los lugares de otros lugares,
que en fin son la misma hierba.
Y vuelves sin volver como en un espiral;
líos de momentos y lugares
unos con otros, sin fin.
Y llegaste a la esquina,
al dar la vuelta con el lío
de ropas y momentos,
lugares o ropas,
ese ínfimo de lugar que no era ya la misma esquina,
porque se la llevó aquel momento,
en este mismo lugar.

ceci

7 de noviembre de 2009

Historieja I

No recuerdo que edad tendría, pero suponte que Sarah no iría ni al jardín de infantes. Alberto nos pegó un grito entusiasta con el fin de que tomemos nuestras bicis.

-Vengan, tienen que ver esto.

Y así, sin chistar, tomamos nuestros vehículos y fuimos a lo de los Ponce. A la vuelta de casa. Ellos no vivían allí, venían solo los fines de semana. Alberto hacía arreglos en la casa durante la semana, por tanto contamos con poder pasar al parque de los Ponce.

El verdoso césped del parque de la casita tenía una porción seca, con obviedad, de color amarillenta.

Lo extraño era que dicha porción de césped seco conformaba el perímetro de un impecable círculo de unos seis metros de diámetro. Yo era pequeña de edad como para haber calculado las dimensiones en aquel entonces, pero mi información se basa al medir ahora sobre la imagen que conllevo en mi memoria.

Le conté a Alberto, a pesar de mi temprana edad, mi única teoría acerca de aquel fenómeno.

Hace relativamente poco tiempo, Carlitos, el muchacho de enfrente de casa (ese que se parece tanto a Ned Flanders) me contó, en una de esas charlas de vereda, que una noche de verano de hacía no se cuantos años atrás, tomando fresco con su madre en el fondo de su casa, vieron aparecer y desaparecer, con duración de estornudo, una encandilante luz roja perdiéndose hacia el cielo.

-Un plato volador, vieja!

-No digas pavadas.

Ceci.


13 de enero del 2008

29 de octubre de 2009

Cosas.

Las corbatas se parecen a los pañuelos y,
talvez, a las bufandas.
Las camisas a las cortinas,
o hasta quizás a un impecable mantel.
La blusas a los sillones,
los aros a los llaveros,
los escarbadientes,
a los fósforos acéfalos.

Los botones, todo un mundo,
en el ascensor o en tu pantalón.
Los broches, tijeras sin filo.
El ómnibus aquel,
barco que nada en un mar seco,
que olvidó llevar a sus peces
pero en cambio sí llevó sus memorias.

El ratón, al teléfono.
La bicicleta y el abrelatas.
Las polleras a los strapless,
Los zapatos a los botes,
El puré de papas al revoque,
El silencio al éter de mis oídos.

Los mapas como ficheros,
Los pañuelos de narices a las carpetas,
el florero, un vaso feo.

Los sobres a las servilletas.
Las canicas a los planetas,
Los faroles a los chupetines,

La sonrisas son lindas canciones.
Sin metáfora y diciendo sin decir;
cosas que se parecen a otras,
pero jamás me devuelven a ti.


ceci
oct.2009

17 de octubre de 2009

Mi madre.

No se me hace fácil escribir algo sobre ella. ¿Cómo hacerlo? Si cada color de este paisaje ya no emana calidez, ni belleza. Aprendo que ya no debo esperar contemplar esa belleza, sino que debo buscarla entre mis recuerdos, en mi alrededor y entre nuevas cosas, que nunca reemplazan sino que me hacen olvidar por solo un instante de que usé su ausencia para buscarlas y tal vez, creer encontrarlas.
Porque hasta hace poco mi vida fue contemplar. Contemplar el amor de mi madre, sostenerme en ella como en un pilar, solo amarla.
Hoy ya no es eso, no me alcanza.
Amarla, recordar su voz, sus manos, su mirada, sus abrazos, sentirla, ver sus ojos, necesitarla, encontrarla en canciones, sueños, anécdotas, alegrías y tristezas. Hasta encontrarla en las ausencias. Recordarla.
Nunca imaginé que las mañanas podrían llegar a tener descoloridos matices y la necesidad de colorearlos me ha llevado desprender lágrimas hasta secarme.
Porque su belleza fue todo, es todo. Su cálido abrazo, su voz. Eso inexplicable que tienen los amores profundos.
A veces creo conformarme con sentir que llevo en mí su alma por siempre.
Pero la verdad es que la extraño. No hay nada en el mundo que se extrañe tanto.
Pero gracias a su amor, hoy estoy acá, buscando fuerzas en la belleza escondida que hay en esta vida. Aprendiendo como hacer. Buscando y no dejando de buscar. Aunque nunca llegue a corresponder su inmenso amor, ni llegue a olvidar que se fue un gigante de mi vida.



Ceci

Junio 06

30 de septiembre de 2009

NO ME GRITES!!!!

Las mayúsculas me gritan.

“Te gritamos todo lo que queremos”, me dijeron unas mayúsculas, mientras leía. Les dije que no es sorda mi vista y cerré la ventana. No me respondieron. Sus armas, sólo una tecla ejecutada es su altavoz.

Las palabras tienen el poder de decir tantas cosas. Y hasta podemos llegar a decir cosas tan importantes, pero si las gritamos, literalmente las gritamos, (en mis adentros más sensatos sé que el grito para decir algo es un acto desesperado producto de la impotencia de saber a priori que no seré clara de ninguna forma) es posible que los oídos del receptor se anulen.
Los ojos se me vuelven ciegos cuando advierten mayúsculas. Gritan.

A veces juego a hablar con las costumbres de las personas, tal vez para hacer entretenido el ecosistema.

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Hablando de ecosistema, voy a hacer referencia a algunas cosas.

Esta vez voy a jugar a abstraerme de del lugar, o ciberlugar. Juego cuando voy en el viaje, cuando espero, cuando me cruzo por el mundo. El otro día hablaba con una amiga acerca de las costumbres colectivas y me decía que no hay mejor reflexión humorística que salirse del contexto que te rodea, escuchar y luego exagerar esas miserias. Salirse, dejar de ser parte por un rato. Y es muy divertido. Y se ve uno mismo, y es allí donde uno debe aprender a no reaccionar colectivamente.

Si, trato de aprender, a detenerme y masticar en mi mente lo que voy a decir. Parece pavo, pero no es fácil.

Desde el que pierde el tiempo en segundos hablando al celular, aclarando si llegó el mensaje de texto, o llegó tarde o que decía o quiso decir o interpretó, hasta el que trabaja desde el viaje, hasta el que irrumpe el silencio haciendo algún comentario sobre el estado sociopolítico del país, sólo porque demora el colectivo más de lo habitual. El que se acomoda en el primer asiento del micro habiendo muchos más atrás libres, chocho de la vida con cara de “mirá lo que me gané”, anulado definitivamente la posibilidad de que alguien lo pueda necesitar, el muchacho de edad entre 25 y 40 años que se desespera irracionalmente por un asiento, la vieja comentarista de la velocidad viaje y el que se despliega para leer indecorosamente La Nación.

Otro punto interesante son las filas, allí podrás hacer una radiografía de los problemas ajenos. Si, problemas. ¿por qué será que hay un comportamiento de contar los problemas en la vía pública? ¿Habrá algo en las puertas de nuestras casas que solo parece que no nos dejan salir con cosas puramente y desintensionadamente lindas?

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También quería referirme a los Nicks del Messenger y la lectura sobre la posible vida que hay detrás de las palabras. No me abstraigo para juzgar, sino más bien para observar y conjeturar lúdicamente algunas cosas, que algunas también, en algún momento de mi plena inmadurez lo he sido.

Una gran costumbre colectiva es escribir el nombre y al lado nace con palabras una necesidad imperiosa de decir lo que está la persona haciendo en ese momento.

La clave está en qué es lo que se pone. Están los que escriben en presente inmediato y “natural”. Le llamo natural a eso que forma parte de la rutina. Ej: “estudiandooo”, “at work”, etc…

Luego están los que se salieron levemente de la rutina, ej: “tomando mate con Sofi”, “haciendo pastel de papa”, etc… Y luego están los que necesitan mostrar descocamiento y vida acelerada: “estoy a full”, “necesito 25 ahoraaas”. Pero para postre están los que les parece imprescindible contar qué tan bien la pasaron el fin de semana o predicciones sobre cuán bien la van a pasar o qué vida hipersocial tienen: “increible asadete con la banda”, “se viene el findeee, descontrol”, “gran casorio gran”.

Otro caso relevante son los que ponen Nicks largos y con mayúsculas. Ya saben lo que pienso de quienes gritan.

Después están los obvios. Ej: “Viendo el partido de la selección”, “que grande del Potro”, “que fríoooo”

Luego están los insultos.

Los enamorados, los enamorados y sus frases inentendibles (internas consigo mismo), los enamorados y sus corazones, los despechados y los tristes.

También las reflexiones, o las frases célebres o fragmentos musicales, que suelo respetar con mi juicio lúdico, siempre y cuando no abrevien la palabra “que” u otras.

Los que hacen bandera de su proyecto, enlazando su http://

Y los sobrios y respetables que no ponen nada más que su nombre.



ceci

23 de septiembre de 2009

Soñado (en vivo) (I)




"Soñado" texto escrito en Abril del 2008 - ceci

12 de septiembre de 2009

Las hormigas.

Abrió la puerta y vio al vecino inmóvil, con la mejilla casi pegada a la fría pared.
Una larga hilera de hormigas estaba tan próxima a su nariz, de una forma muy absurda.

- ¿Qué haces ahí, oliendo a las hormigas?.
- Estem... - La miró avergonzado, por su tal desesperado acto.
- Sería muy ridículo correr al hospital por aspiración de hormiga.
- Se están llevando las hojas de mi planta.
- Vas a tener que poner veneno o empezar a fumar hormigas.
- Biem!

ceci.

9 de septiembre de 2009

Una ingenua adivinanza.

Enciendo el equipo y subo el volumen. Por fortuna tengo una ventana enorme, que entra luz por donde la mire. Y me ayuda a perderme, o encontrarme entre las melodías y poesías. A veces me río.

Si pudiese explicarte cuan grande, cuan hermoso es el mundo que me imagino, al que me traslado sin permiso.

Un día hice un pacto con el dolor. Hubo un momento en el que la vida se me cegó de niebla y construí una sombrilla de poemas, melodías, risas y colores que me salvaron la vida.

Aprendí a respirar y a sonreírle a la violencia y al golpe seco de lo injusto.

Así me refugié en las mañanas escuchando las historias de Milagros López y los intervalos de Zitarrosa y melodías que llenaban mi pulmón de aire para respirar, de la mano de alguno de los otros personajes de Fernando Peña.

Recordé a mi madre en cada candombe de Jaime, del Negro Rada y del Canario Luna. Sentí una vibración en mi sangre, sin querer, llena de emoción cuando fui llenando de candombe y murga mis días.

Amé y amo el arte rioplatense porque me llena de nostalgia, de recuerdos.

Hay cosas que me gustan, me emocionan y me salvan la vida.

Una vez alguien me dijo cuan hermosa era la murga, lo lindo que es el mundo al que te traslada, pero cuan triste es saber que es de mentira.

Espero que no sea así; prefiero imaginar el mundo mas lindo, asi de melodías, poesías y colores. No creo otra forma de negociar con el dolor.

Me di cuenta que el tiempo es mío y debo hacer lo que siento siempre. He ido a ver los espectáculos que he podido. Y casi siempre, en un casi acto de cholulez (pero no), me encargué de transmitirle a los maestros, en la medida de mis posibilidades, un humilde agradecimiento. Y me da mucha satisfacción.

Si vieras los ojos de emoción de Tabaré Cardozo contándome la historia que lo llevó a escribir "La Niebla”, luego de aceptar mi agradecimiento y admiración por su arte y aquella canción. Si sintieras el aire lleno de abrazos de madre, cuando le regalé mi dibujo a Rada. Y aquella vez que fui con mi hermano a San Telmo, entre vinos y milongas hablamos con Alorsa de ese no se qué de la música rioplatense.

No se si habrás imaginado la biblioteca donde trabajaba mi madre sonando tamboriles llena de almas sonrientes o tal vez imaginar una tarde de milongas de la mano de Alorsa y sus compases herejes.

Y con mucha honra me lleno de emoción.

Sin embargo, hace un tiempo que me veo envuelta en lágrimas porque el dolor se atrevió a desafiarme. Se atrevió a llenar de ausencia mi refugio, el sostén que me salva la vida.

EL dolor inundó de ausencia e injusticia aquello que me salvaba de la ausencia y de lo injusto.

¿Como rearmo el mundo que me salvaba? ¡cómo hago un nuevo pacto con la muerte?.

Mas bien, ¿Cómo vuelvo a llenar de vida la vida que la ausencia se llevó?

Ceci
Mi humilde homenaje a Benedetti, Canario Luna, Fernando Peña y Alorsa.



“Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... “ (Guitarra Negra – Alfredo Zitarrosa)

31 de agosto de 2009

Hasta siempre!



y te vuelvo a postear...

Gracias por tu simpleza, por formar parte, por dejar marcadas entre nosotros estas huellas...

Hasta siempre amigo... si es sólo siesta nomás!

ceci

21 de agosto de 2009

A tiempo, sin tiempo.

Me habría decidido a deshojar números romanos,
arrancándolos con punzantes espadas
que giran en nombre de la vida.

Habría decidido a sumergirme en un mar verde,
en un café sin espuma,
a lavarme el rostro de muecas.

Me habría decidido a no mentir cuando escribo,
a omitir verdades mientras respiro,
a convencerme de que no existe la risa
si no hay quien la contemple.

Me habría decidido a contemplar el camino en un costado,
para librarme de culpas,
para librarme las horas.

Habría dejado mis amados instantes a merced
de poemas sin risa,
sin manos,
sin la claridad que recuerda tus ojos.

Me habría dedicado a imagintarte cómo serías
bajo el techo de la simplicidad de la vida,
del calor de tu abrazo.

Me habría dedicado a soñarte
mil veces.

Sin embargo,
aquella tarde,
pasadas las seis,
obtusas y punzantes las espadas estallaron
y quedaron deshechas en polvo
al topar con mi risa.

Y ahora,
le robo instantes a los instantes de felicidad.
Y los hago poemas.

Me habría dedicado a soñarte.
Sin embargo,
llegaste a tiempo.


ceci

agosto09

19 de agosto de 2009

No más Fasschebook

Que mi forma de relacionarme con la gente no es a través de Fachebook.., bla, bla.
La línea es un poco más filosófica.
Durante un año tuve una subscripción activa en esta red Fachebook, y hace unos días le he dado fin.
Parecieran estar claras las ideas del porque no. Pero ante la duda, las escribiré.
Cuando alguien me pregunte, no me voy a estresar explicando, más bien le voy a enviar este link.

A lo largo de la vida vamos transcurriendo por una línea donde el flujo de escenarios es de cambio constante.
Una vez leí en una revista que a lo largo de toda una vida tenemos llegamos a tener 600 amigos. Es una pavada, pero viene al caso.
El cambio permanente de escenarios que mencioné viene dado por cuestiones naturales; la vida se trata de encuentros y desenlaces. Sin ninguna duda.
Intentar congelar la sumatoria de escenarios con aquellas personas que formaron parte, es bueno, siempre y cuando sea en nuestro recuerdo. O en un álbum de fotos, a lo sumo.
Pero bien, me resultó, en algún momento, demasiado antinatural ver reunida gran parte de las personas que en algún momento de mi vida compartí algo sin saber que decir más que “tanto tiempo”.
Si alguna vez perdí el contacto de alguien, el otro alguien y yo fuimos concientes de eso. Y es el natural desenlace. Si compartimos buenas cosas, lindo fue el recuerdo.
Veo decadencia, ni un poco de arte, de estética ni sentido particular.
Realmente no quiero ser expectante de la decadencia que grita al ver que mi mejor amiga de quinto grado hace encuestas pedorras, que mi ex compañera de trabajo sube fotos bolicheras en estado de ebriedad o que mi compañera de piano se hizo fan de hacer cucharita cuando llueve.
Las personas que estoy en permanente contacto, seguirán estando, porque soy consiente del escenario en el que vivo. Las que ya no, prefiero dejar intacta la bella imagen que dejaron en aquel escenario que algún día fui, y rescatarlas y dejarlas en el lugar que merecen, en mi memoria.

ceci
agosto 2009